El estudio, realizado en colaboración con la Universidad de Cambridge, analiza qué efecto tuvieron las reformas laborales al reducir los costes de despido y favorecer los contratos temporales.
Un estudio concluye que, lejos de cumplir el objetivo de favorecer la contratación, las reformas laborales aplicadas entre los años 1988 y 2012 han aumentado la tasa de temporalidad y reducido la contratación indefinida. La actual crisis económica, de origen sanitario, podría llevar a los estados a plantear modelos que estabilicen más el empleo.
Con la intención de flexibilizar el mercado de trabajo, entre las décadas de 1990 y 2010 la mayoría de las economías, especialmente las europeas, aprobaron diversas medidas conducentes a reformar sus mercados de trabajo, las cuales redujeron los costes de despido de los trabajadores permanentes, y favorecieron el uso de contratos temporales.
“Esas reformas estaban basadas en la creencia de que los serios problemas de desempleo que afrontaban esas economías eran debidos a la existencia de una serie de rigideces del mercado de trabajo que impedían un rápido ajuste de estos mercados frente a las perturbaciones económicas”, explica Josu Ferreiro, profesor del Departamento de Economía Aplicada V de la Facultad de Economía y Empresa de la UPV/EHU.
Ferreiro, junto con su compañera de departamento Carmen Gómez y Philip Arestis, profesor de la Universidad de Cambridge, abordaron el estudio del efecto que tuvieron esas medidas en los mercados de trabajo de once países europeos durante un periodo de 25 años, desde el año 1988 al año 2012.
Los resultados del análisis es que han encontrado que “los cambios introducidos para reducir la protección al empleo, es decir, el abaratamiento de los despidos, y a la vez la promoción de los contratos temporales, no han tenido ningún efecto en la tasa total de empleo, porque lo que ha ocurrido es que ha aumentado mucho el empleo temporal, pero ha caído mucho el empleo indefinido. La evolución del empleo depende únicamente del crecimiento económico, y solo un mayor ritmo de crecimiento económico genera un aumento del empleo”.
Ferreiro señala que las empresas han sido las grandes beneficiarias de estas reformas: “Encuentran una mano de obra mucho más manejable, más flexible y también más barata”. Tanto es así, que en la actualidad la tasa de temporalidad ha llegado a unos niveles sin precedentes, que este economista considera “excesivas”. Recuerda que cuando la economía empezó a recuperarse después de la crisis económica, “volvió a haber un repunte del empleo, pero el empleo que se creó fue temporal”, comenta.
Sin embargo, la alta temporalidad trae consigo que el empleo que se crea es muy volátil: en cuanto a la actividad económica se frena, se ralentiza o cae, también se destruye mucho empleo. “Y es lo que está pasando en la crisis que estamos viviendo actualmente: el efecto sobre el empleo puede ser mucho mayor que el propio efecto sobre la actividad económica, debido a la gran flexibilidad del mercado de trabajo. De la misma forma que el sistema sanitario no está capacitado para responder a un gran incremento del número de enfermos de repente, nuestros sistemas económicos tampoco están capacitados para absorber el hecho de que de repente, en un cuatrimestre, el 20-30 por ciento de la gente pierda su puesto de trabajo”, reflexiona.