Cumbre sobre Biodiversidad de Naciones Unidas

“Los gobiernos deben poner la protección de nuestro planeta en el centro, para abordar el colapso climático, la pérdida de biodiversidad, el hambre y las nuevas pandemias”. Esta es la demanda inaplazable de Greenpeace ante la Cumbre sobre Biodiversidad que se celebra este miércoles en el marco de la Asamblea General de la ONU (UNGA, por sus siglas en inglés). Se trata de la reunión previa a la Convención sobre la Diversidad Biológica que tendrá lugar en China -CBD- este próximo mes de octubre. La cita asiática, además de ser la antesala a la COP15, se convertirá en la primera vez que los líderes mundiales se reúnan para discutir crisis ambientales, tras la cancelación de importantes citas por la Covid-19. Este 2020 estaba llamado a ser el “Año de la biodiversidad” porque la Cumbre de la Biodiversidad en la UNGA y la de las partes de la CBD, junto con el Tratado Global de los Océanos, iban a marcar un calendario único para avanzar en la protección de la naturaleza.
La semana pasada, Naciones Unidas publicaba la quinta edición de la “Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica” donde se señalaba que los países y sus gobiernos no han alcanzado, en su totalidad, ninguno de los objetivos para frenar la pérdida de biodiversidad acordados en 2010 y, como resultado, la naturaleza está en un punto crítico: solo el 15% de los bosques del mundo permanecen intactos y sólo el 3% de los océanos del mundo están libres de la presión del ser humano.
“Los porqués están claros. El modelo industrial está extrayendo y destruyendo más que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Las megacorporaciones no solo han basado su modelo de negocio en la quema de combustibles fósiles que destruyen el planeta, en incendiar bosques para despejar la tierra para la agroindustria y en saquear extensiones cada vez más profundas y remotas de los océanos, sino que también están contaminando nuestra política para debilitar la protección ambiental”.
Para poner fin a la destrucción de la naturaleza, los gobiernos deben dejar de anteponer los beneficios empresariales. Transformar radicalmente la forma en que producimos y consumimos alimentos y otros bienes aliviará la presión sobre la naturaleza. La creación de vastos santuarios oceánicos y la protección de la tierra, basada en los derechos, sobre todo de las comunidades indígenas, puede ayudar a abordar el colapso climático, la pérdida de especies, la seguridad alimentaria y el riesgo de futuras pandemias.
El informe describe ocho transiciones necesarias que reconocen el valor de la biodiversidad, la necesidad de restaurar los ecosistemas de los que depende toda la actividad humana y la urgencia de reducir los impactos negativos de dicha actividad. Greenpeace espera que, en estos próximos encuentros internacionales, se den los pasos necesarios hacia esas transiciones necesarias:
La transición de la tierra y los bosques: conservación de ecosistemas intactos, restauración de ecosistemas, lucha contra la degradación y reversión de la degradación y empleo de la planificación espacial a nivel del paisaje,z< para evitar, reducir y mitigar el cambio de uso de la tierra.
La transición de la agricultura sostenible: rediseñar los sistemas agrícolas mediante enfoques agroecológicos y otras perspectivas innovadoras para mejorar la productividad y minimizar los impactos negativos en la biodiversidad.
La transición de los sistemas alimentarios sostenibles: posibilitando dietas sostenibles y saludables con un mayor énfasis en la diversidad de alimentos, en su mayoría de origen vegetal, y un consumo moderado de carne y pescado, así como recortes drásticos en el desperdicio alimentario.
La transición de la pesca y los océanos sostenibles: protección y restauración de los ecosistemas marinos y costeros, reconstrucción de la pesca y gestión de la acuicultura y otros usos de los océanos para garantizar la sostenibilidad y mejorar la seguridad alimentaria y los medios de vida.
Las ciudades y la transición de la infraestructura: desplegar “infraestructura verde” y hacer espacio para la naturaleza dentro de los paisajes construidos para mejorar la salud y la calidad de vida de la ciudadanía, reduciendo la huella ambiental de las ciudades y la infraestructura.


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