La Casilla vuelve a latir. Este mítico pabellón, testigo de innumerables gestas deportivas, abre nuevamente sus puertas para albergar un partido del Surne Bilbao Basket, ocho años después de su último duelo oficial. Un lugar cargado de historia y nostalgia, listo para recibir a los hombres de negro en una nueva aventura europea, esta vez frente al Balkan búlgaro. No será solo un encuentro más: es un homenaje a un cuarto de siglo de vida de un club que nació humilde pero ambicioso, y que ahora regresa a su hogar fundacional con un inédito toque de rojo en sus camisetas, reviviendo el color de sus primeros pasos.
Y es que La Casilla no es solo un pabellón; es un escenario vivo que guarda ecos de tiempos en los que el baloncesto se mezclaba con el humo del tabaco y el aroma a cerveza. Ahora, purificada y adaptada a las exigencias modernas, sigue resonando con historias de épicos enfrentamientos. El regreso del Bilbao Basket a esta arena, aunque momentáneo, es un tributo a su origen, a los días de pasión y esfuerzo en una cancha donde cada rebote, cada tiro y cada silbido eran parte de una sinfonía inconfundible.
El choque frente al Balkan será especial. El Bilbao Basket lucirá una camiseta roja exclusiva, como guiño a sus inicios, y llegarán en un Bilbobus eléctrico, una estampa que combina la modernidad con la tradición. En los prolegómenos del partido, habrá espacio para la emoción y el recuerdo, con un merecido homenaje a Patrick Sáenz de Ugarte, uno de los héroes del ascenso de 2004.
Este retorno al vetusto pabellón, a la vieja dama del baloncesto vizcaíno, es más que un partido. Es una declaración de intenciones, una despedida a medias de un escenario que ha sido más que una cancha, y que, tal vez, vuelva a ver más encuentros si los astros se alinean en favor del equipo. Mientras tanto, las 4.600 butacas aguardan a la afición, lista para vibrar una vez más al compás de los hombres de negro, o más bien, de rojo.