Que los derbis entre el Athletic Club y la Real Sociedad son diferentes a cualquier partido se nota desde que pita el árbitro el inicio. No sé si es la tensión propia de éste que os escribe, pero parece que esa presión se traslada a cada pase, cada control, cada salto o cada regate.
Lo que está claro es que la grandeza de este enfrentamiento no necesita goles espectaculares ni ritmos vertiginosos para consolidarse como una cita especial en el calendario. Hay que reconocer que el partido fue un auténtico tostón, en el que el pragmatismo y la buena disposición de los de Valverde fue suficiente para contrarrestar a una Real Sociedad que no se presentó en San Mamés. “No hemos venido a jugar el derbi, ni con balón ni sin balón”, criticó Alguacil al término del choque.
En el plano deportivo, el Athletic salió vencedor con justicia, vacunando (como bien dice Iñaki Williams) a una Real que no termina de encontrar fortuna en sus visitas a la Catedral, acumulando ya cuatro derrotas consecutivas en este escenario. Valverde, fiel a su estilo, supo plantear un partido donde los leones controlaron los tiempos y aprovecharon mejor sus oportunidades con un San Mamés a rebosar con 50.000 gargantas (1.000 txuri-urdines).
Clasificación
La victoria no solo es importante por el orgullo que conlleva ganar al vecino del otro lado de la A8, sino también por el impacto en la moral del equipo. Con este triunfo el Athletic se coloca en quinta posición, a la espera este jueves de la visita del Elfsborg sueco en la competición europea, y un siempre complicado Rayo Vallecano en el horizonte liguero. Los rojiblancos tienen la posibilidad de encadenar una serie de triunfos que cimenten sus aspiraciones tanto en liga como en Europa.
Es cierto que este derbi pudo no ser un espectáculo para el espectador neutral, y que para algunos su intensidad se asemejó más a la de un enfrentamiento modesto de Primera División. Pero detrás de esa aparente simpleza hay un trasfondo emocional, cultural y deportivo que trasciende los noventa minutos. Que se vive fuera de La Catedral con la confraternización de ambas aficiones, con un pique sano y familiar en un fútbol muchas veces crispado y lleno de tensiones innecesarias. Y si encima sales vencedor, el madrugón del lunes, tras llegar a casa las tantas, sabe a las mil maravillas.