Este 2024 quedará grabado en la memoria de todos los aficionados del Athletic como un año para la historia. Tras cuatro décadas de espera, el equipo rojiblanco ha vuelto a alzar la Copa del Rey, devolviendo la gloria a un equipo único (Unique in the world) y confirmando que el trabajo en Lezama puede dar sus frutos. Sin duda, este ha sido el mejor año del Athletic en los últimos 40 años, y hay muchas razones para afirmarlo.
La historia reciente de los leones ha estado marcada por la lucha, la pasión y, en no pocas ocasiones, la frustración. Las finales de Copa perdidas en 2009, 2012, 2015 y 2021 habían dejado una herida abierta en la afición. Sin embargo, 2024 nos ha enseñado que la perseverancia tiene su recompensa. Este título no solo rompe con la sequía de éxitos, sino que también reivindica el modelo único del club: competir al más alto nivel con jugadores de la casa, un ejemplo de identidad y arraigo.
La consecución de la Copa del Rey no habría sido posible sin un equipo que combina experiencia y juventud, liderado por referentes como Iñaki Williams, para el que a uno se le terminan los calificativos. Pura entrega y liderazgo dentro y fuera del campo que, en mi opinión, lo han consolidado como el jugador más importante del club de los últimos 20 años. Junto a él, figuras emergentes como su hermano Nico u Oihan Sancet, capaz de bailar con el balón, han demostrado que la cantera de Lezama sigue siendo un semillero de talento y pasión. A ellos, súmale contar con el mejor portero del mundo. ¿El Dibu?, ¡vamos por favor, seamos serios…! Unai Simón, Trofeo Zamora, campeón de la Eurocopa, el muro impenetrable de una portería mil años cuestionada. Y qué decir de los Vivian, Beñat Prados, Galarreta, Jauregizar, etc. Da igual a quien nombres, detrás de cada uno de ellos hay un jugador como la copa de un pino.
Ernesto Valverde
El entrenador también merece un capítulo aparte. Bajo la dirección del «Txingurri», el Athletic ha recuperado su identidad futbolística: intensidad, solidaridad y una fe inquebrantable en sus posibilidades. Este triunfo no solo es suyo, sino de todo un cuerpo técnico que ha sabido conectar con el ADN del club.
En La Cartuja fuimos testigos de un momento inolvidable cuando Berenguer mandó a la red ese último penalti. La emoción en la narración de Miguel Ángel y la reacción de los que le acompañábamos era el fiel reflejo de lo que cada aficionado o socio rojiblanco sentía en ese momento. La alegría por el por fin, el desahogo y el lloro por el ya era hora.
La marea rojiblanca llenó las calles de Bilbao, recordándonos que el Athletic es mucho más que un equipo de fútbol: es un sentimiento que une generaciones, familias y pueblos. En un mundo futbolístico cada vez más globalizado y dominado por intereses económicos, el éxito del Athletic trasciende lo deportivo. Es un recordatorio de que los valores de pertenencia, tradición y esfuerzo colectivo todavía tienen cabida en el fútbol moderno.
La victoria en la Copa del Rey también abre un horizonte de esperanza para el Athletic. Su paso firme en LaLiga y en Europa, auguran un año 2025 ilusionante y ya podemos hablar de una nueva época dorada. La clasificación para competiciones europeas, el refuerzo de la confianza en el modelo de cantera y la motivación para nuevos desafíos son solo algunos de los frutos que se pueden cosechar.
Este año no solo nos ha devuelto la gloria deportiva, sino que también nos ha recordado por qué el Athletic es un club especial. La Copa no es solo un trofeo más en las vitrinas; es un símbolo de lucha, identidad y pasión. En un mundo cada vez más globalizado, el Athletic sigue siendo un rara avis envidiado en medio mundo.
Hoy, más que nunca, podemos decir con orgullo: ¡A por el 2025, leones!