Los caramelos de Santiaguito, originarios de Bilbao, son mucho más que un dulce típico. Con una historia que se entrelaza con la celebración de San Blas, cada 3 de febrero, estos caramelos se elaboran a base de malvavisco, una planta conocida desde la antigüedad por sus propiedades medicinales.
Origen en el Casco Viejo
Tienen su origen en un pequeño comercio inaugurado el 11 de octubre de 1904 en la calle Correo, frente a la puerta trasera de la catedral de Santiago. El negocio, conocido como
Confitería Santiaguito, fue fundado por Florencia Lezana y su esposo, el santanderino Francisco González Cavada, un hombre conocido por su cercanía y generosidad.
Francisco, siempre vestido con blusa negra y boina, llevaba consigo un gran bolsillo lleno de caramelos que repartía entre los transeúntes, popularizando así este dulce bilbaíno elaborado con una fórmula magistral: azúcar, raíz de malvavisco, clarea y frutas naturales. Cada caramelo estaba envuelto en un papel blanco que incluía la leyenda del comercio, un detalle que lo hacía inconfundible.
Cordones y caramelos por San Blas
La relación entre estos caramelos y San Blas se remonta a la veneración del santo, considerado el protector de las enfermedades de garganta. Según la tradición, en este día se bendicen cordones que los devotos llevan al cuello durante nueve días para protegerse de dolencias. A la vez, el consumo de caramelos de Santiago refuerza esta práctica. La planta de malvavisco contiene mucílagos, sustancias que al contacto con el agua generan una capa protectora que alivia las molestias de garganta y suaviza las vías respiratorias. Combinados con azúcar y miel, los caramelos resultan un remedio tradicional perfecto para los fríos inviernos bilbaínos.