
El Athletic femenino ha vuelto a tropezar en el momento menos oportuno. Las rojiblancas han caído por 2-3 en Lezama ante un Levante que, sin hacer un alarde futbolístico, supo golpear con contundencia cuando el partido más lo exigía. Las de David Aznar se vaciaron en esfuerzo, pero mostraron una alarmante fragilidad defensiva que ya no sorprende a nadie. Una derrota dolorosa que, pese a no alterar la distancia con el Atlético en la lucha por la Champions, deja muchas dudas y sensaciones preocupantes en este tramo decisivo de la temporada.
El duelo arrancó con buen pie para las bilbaínas. Sara Ortega, una de las pocas que mantuvo el nivel competitivo durante todo el encuentro, se sacó de la chistera una gran acción individual que Nahikari García transformó en el 1-0. Pero lo que pudo ser un partido encarrilado se tornó en pesadilla por la falta de colmillo, de contundencia y, sobre todo, de concentración atrás.
La respuesta del Levante fue inmediata. Apenas unos minutos después del casi 2-0 frustrado por Tarazona, Lahmari remató sin oposición dentro del área tras un centro medido de Ángela Sosa. La pasividad defensiva volvió a condenar al Athletic, que no supo leer los momentos del partido ni imponer su ritmo. Y para colmo, Alharilla aprovechó el desconcierto para firmar una vaselina impecable y colocar el 1-2 antes del descanso.
Mal en defensa
Tras el paso por vestuarios, las leonas volvieron a salir con energía y algo de orgullo. Ortega estrelló un disparo en el larguero y Nerea Nevado, con un buen disparo tras un córner, puso el empate en el 63. Parecía que las rojiblancas podían morder de verdad… pero se quedaron sin garras cuando más falta hacía.
Y entonces, el déjà vu. Otra vez una contra mal defendida. Otra vez la veteranía de Alharilla. Otra vez un balón por alto que superó a una Nanclares dubitativa. Gol y sentencia. El tercer tanto fue un mazazo del que ya no supieron reponerse, pese a colgar balones al área hasta el último suspiro. Ni Zugasti, con su cabezazo final, logró salvar los muebles.
A cinco jornadas para el final, el margen de error es nulo. No hay tiempo para lamentos, pero sí motivos para una seria autocrítica. Porque este equipo, que por momentos ilusiona, sigue siendo demasiado irregular como para soñar con Europa sin sufrir hasta el último aliento.