
Rasid lleva años detrás del mostrador, cuchillo en mano, cortando carne en diferentes carnicerías de Bilbao. Hoy, en el Día del Carnicero, su historia da que hablar. Musulmán, padre de familia y profesional de la carne, ha decidido dar un giro a su negocio: vender cerdo. Una decisión que no ha sido fácil… pero que ha tomado con firmeza.
Adaptado al país de residencia
“Yo vivo aquí, estoy adoptado con gente de aquí, aprendí aquí y quiero ganarme la vida así”, explica sin titubear. Para Rasid, la religión no es un impedimento. “No está en ninguna aya ni sura que prohíba vender cerdo a países que lo consumen. Cada uno tiene su libro y cada uno sabe lo que hace”.
Después de varios intentos con carnicerías halal que no le resultaron rentables, decidió seguir el modelo de la Carnicería Simón donde ahora trabaja, en la calle Xenpelar, 6. “Voy a seguir la misma manera que ha llevado esta carnicería durante más de 60 años. Quiero dar el mismo trato, el mismo sabor, el mismo producto”.
Y eso incluye jamón, chorizo al corte, costillas adobadas y todo tipo de elaboraciones que forman parte del recetario bilbaíno. “Me considero muy buen cortador de cerdo, aunque no sea cristiano”, dice con una sonrisa.
Rasid, el marroquí que ha pasado del halal al cerdo en Bilbao:
«Quiero sobrevivir», dice mientras rompe tabúes y abre un local en el corazón de la ciudad. Una historia de adaptación, coraje y cambio. #Bilbao #HistoriasReales #Superación #Cultura #Reel pic.twitter.com/EPf2nEO9Aw— Radio Nervión 88.0 (@RadioNervion) April 25, 2025
Críticas… y respeto
No todos han recibido bien su decisión. “Siempre me critican, pero no hago caso. Tengo mis hijos y tengo que trabajar. A lo mejor cuando te critican es porque vas bien”, ha señalado. Para él, lo importante es ser coherente con su entorno: “Si yo quiero buscar clientes halal, tengo que ir a mi país».
El rechazo al concepto halal entre bilbaínos lo ha vivido en carne propia. “Claro que hay personas que, por respeto, te dejan el negocio si ven que es para musulmanes. No vamos a molestar. Es como si yo voy a Marruecos y te pongo una placa española… la gente no va a entrar”.
Ahora, con su nombre sonando cada vez más en Bilbao y las reseñas positivas acumulándose en Google, Rasid lo tiene claro: “El primero que tiene que estar feliz soy yo, y yo estoy feliz”.